Desidero Erasmo de Rotterdam (c. 1469-1536) era lo más parecido en su época a una estrella del Rock, pero podemos afirmar que fue Alberto Durero el pintor de las estrellas.
Erasmo de Rotterdam fue un intelectual cosmopolita que vivió y viajó en varios países europeos, lo que le permitió hacer amistades muy influyentes tanto en las cortes como en las universidades (cuya concepción moderna tanto le deben a sus ideas).
Los eruditos de varias naciones le consultaban a menudo, sus obras escritas le hicieron muy famoso y durante un tiempo donde quiera que fuera se le recibía con honores y lo aclamaban por igual nobles, religiosos e intelectuales.
Por eso se dice que era “el equivalente renacentista a una estrella internacional”.
Como todas las personas brillantes no estuvo exento de polémica. Su posición privilegiada y la resonancia que tenían sus palabras le llevó a poner de manifiesto los abusos cometidos por los papas y por algunos clérigos pero también criticó por su hipocresía a quienes decían querer reformar la iglesia.
Finalmente, como toda buena “estrella del rock”, su figura entró en declive. Quienes le aclamaban, le rendían honores y le pedían consejo acabaron pidiendo su cabeza y tachándole de cobarde y hereje.
Alberto Durero el pintor de las estrellas hizo varios dibujos de Erasmo y el grabado que ha quedado para la posteridad y que se reprodujo en muchos de sus textos.
Erasmo no fue la única estrella internacional que Durero retrató. En nuestra obra facsímil Grabados Profanos y Sagrados también hemos querido incluir varios grabados de personalidades de su época, realizados por él, que ponen de manifiesto su importancia como retratista.
Entre dichos retratos, además de Erasmo, encontramos a Maximiliano I, el emperador, la máxima autoridad política de Europa. También a Alberto de Brandemburgo, arzobispo alemán y elector del Sacro Imperio Romano Germánico. Y como no, a Willibald Pirckheimer, abogado, humanista, militar y hombre de negocios. Un hombre tremendamente popular en su época. Todas estas imágenes se pueden contemplar en nuestra lujosa obra Absolute Durero.
Realizar los retratos de personalidades de tan distintos ámbitos (política, religión, cultura y negocios) es algo así como si ahora un artista recibiera el encargo de retratar al Papa Francisco I, a Donald Trump, a un premio Nobel de literatura (¿nos valdría Bob Dylan?) y a un empresario de éxito como Bill Gates. Ese sería el equivalente más aproximado en nuestro tiempo. ¿Se dan cuenta del poder y el prestigio que tenía Durero para recibir estos encargos?